25 de noviembre de 2010

El paraiso

Te me ibas a hechar a perder,
la idea amenazadora
de consumirte,
sin más ni más
golpeteaba insesantemente

comencé a desnudarte,
más aún de lo que ya estabas,
con delicadeza, traté de no rasgar tu piel


Después
saborée tus jugos
con la tibieza
de mi lengua

tu cuerpo...

solté una mordida,


tus pupilas ahora son eclipses solares
y tu voz
se ahoga entre lágrimas y felicidad

21 de noviembre de 2010

despues,
ni siquiera el olor a tocino ahumado
recien horneado,
ni el expresso, aroma para poblar el alma de pensamiento
única compañia para la tarde grela
para la muerte, progresiva
que habita en mi interior
como un arrastrar de caddenas que va menguando mi paso
sin la ligereza que le otorga
a mi ser
tu presencia.

15 de noviembre de 2010

Cuaderno de viaje



Entonces, solo y durante ese tiempo pensé en desnudarte una y otra vez, de todas las formas posibles.

De tajo, a gajos, a pleno vuelo, en caída libre y pendido de la suicida cuerda floja de tus ojos.

Entre el desayuno y la cena, las comidas entre comidas , astronómicamente en la Via Lactea que se perfila en la taza de café, y el medio día.

Los girasoles, las cornucopias y las concurrencias aladas  polinizantes  y todos los aromas del mundo que se adhieren a tu piel desnuda; todas las hierbas frescas,  todas las especias secas, y todas las flores para todos los motivos, y para las sinrazones.

Descubrí entonces, si, ya desnuda, completamente desnuda, y  con todas las palabras dispuestas en la piel, una vacante en tus pupilas gustativas,  con el afán de querer ver el mundo con otro sabor,  para descubrir el amargo, y el dulce y el sabor azul y el verde militar y el acido, y el sabor cristal, y el sabor  del campo, y la ciudad y el de los pantanos, con todos sus aromas, y todas sus frutas; el sabor que tiene el color del mar Caribe, días después de la tormenta, entonces te tomaste  un descanso, para descubrir  las hojas de camelia  y bergamota fermentadas a los pies del Himalaya.

 Y abriste los oídos a las cosas jamás escuchadas,  y te asombraste al descubrir  el sonido de tus poros transpirando, y de un cabello cayendo en la selva amazónica, y escuchaste las palabras que nunca te dije, porque estaban ya años atrás escritas en tu pensamiento y  escritas  como mi epitafio,  y entonces también descubriste el sonido de  la sinapsis, y de los reflejos solares,  y del camposanto nocturno universal, donde seguramente y desde hacia ya varios miles de millones de millones  de años, nos observa un Dios  que también esta enterrado allí.

Abrí los ojos, si, había parpadeado un segundo, y también lo escuchaste, y pudiste saborear la mirada, esa mirada afilada , como la que tienen los arboles que ven caer a sus vecinos,  y pudiste olfatear, el danzón No 2 de Márquez con todos sus matices y vértigos,  las difuminaciones sonoras y aromáticas, y escuchaste también aromáticamente  La Primavera y la 9ª  sinfonía de Dvorak  y todos los vientos que trae consigo, y también degustaste con todos tus sentidos, con la piel impresa de todos los sabores y colores del mundo las noticias mas relevantes de los últimos tiempos, y te enteraste entonces del descubrimiento de tus pechos, en la cordillera del mundo,  y de todos tus valles, y ríos sanguíneos y selvas,  y entonces también supiste que descubrieron América hace muchos años, pero de algo mucho más importante se olvidaron, y tu lo escribiste en voz alta, y es , que no descubrieron un nuevo cielo,  te enteraste también de todas las notas que han sido escritas para ti, y que se han quedado en blanco, porque  las  he escrito oralmente, cuando despierto, cuando canto, y cuando tengo la boca llena de ideas , proyectos y de sueños, tantos como de almas blancas está cargado el Ganges.

14 de noviembre de 2010

Noviembre


Saboreo aceitunas
como anteanoche
tus pezones
extrayendo el mediterráneo
por completo
de tus ramas,
Noviembre
y la vid entre tus piernas
el azul, la tarde, el tinto
tus labios
carne  de la tarde.

II 
Las sábanas
pan de hoy
tienen tu aroma 
extracto de mediterráneo,
beso de tus labios de mar. 

Rien

No tengo
nada para vos

viento que corre al sur.
solo la ira
de no encontrarte

Mis dedos
secando el enojo:
pañuelo empapado
de su eros melancólico

Pretendo correr sobre el hilo

No ver la sombra

Me persigue
por su cuerpo


No ver la luz

Suturándome los ojos

Lloran
gotas
de
cera
en
éxtasis
sobre su
espalda.